"Escribir" con "IA": ¿Marca personal auténtica, genuina, y éticamente irreprochable?
por Vladimir Estrada
Lo primero a precisar es algo que puede sonar "raro", pero es una verdad indiscutible e indubitable: lo que conocemos y se ha popularizado masivamente como "inteligencia artificial" (en adelante "IA"), sencillamente, NO EXISTE. Son otros los términos/conceptos adecuados (a saber, machine learning, como afirma y demuestra el célebre experto Dr. Enrique Dans, y otros especialistas) para denominar ese tipo de artificios informáticos basados en estadística avanzada y conocidos como modelos masivos de lenguaje -LLM por sus siglas en inglés-. Porque el de "IA" niega la esencia de esa tecnología (que ni es inteligencia, ni es artificial, dice Enrique en uno de sus artículos más recientes sobre el tema); le atribuye propiedades y posibilidades humanas que es imposible que posea, y de hecho, en cierto sentido, la coloca a nuestro nivel. Lo cual es, obviamente, un absurdo, al menos hasta hoy. Esperemos, por nuestro bien, que siga siendo así.
Ahora bien: utilizando esa denominación de "IA" (no por extendida menos incorrecta), para no complicar el texto con un debate conceptual cuyo escenario no es este, ni soy yo el personaje idóneo para llevarlo, cabe introducir la siguiente interrogante:
¿Quién es el verdadero autor de un texto generado por un artificio tecnológico sustentado en "IA"?
Pues obviamente, no procede atribuir esa autoría al mencionado ingenio; él no es su autor, ni puede serlo, aunque correctamente se le cite como fuente. Porque esa "IA" no produjo de forma original la información -no podía hacerlo -; solo la obtuvo de otras fuentes (humanas, por cierto), la procesó utilizando mecanismos que nosotros los humanos colocamos en ella, y generó un producto que originalmente es hijo nuestro, no suyo. Ella ha generado un subproducto (o si se prefiere, un producto derivado), a partir de los múltiples productos originales que nosotros, los humanos, hemos publicado en la red.
Considerando el mecanismo de acción de estos artefactos, cabría pensar en un enorme colectivo autoral, puesto que los textos que nos entregan son generados a partir de la combinación de gran cantidad de contenidos presentes en la web, publicados previamente por una parte o todas las personas que han escrito sobre el tema tratado; pero eso tampoco procede, porque por ahora no hay forma de hacerlo. Si bien la versión que Microsoft ha conectado a Bing ya nos entrega el acceso a parte de las fuentes que ha utilizado para proporcionarnos sus respuestas, y hay avances más o menos equivalentes en otras "IA" generativas, aún falta mucho camino por recorrer en tal aspecto; por ejemplo, el desglose detallado del texto final por fuente consultada y "citada", etc.
Aquí todavía existe, como en muchos temas asociados, un gran vacío regulatorio y normativo que puede tardar años en ser llenado; pero donde no caben dudas de ninguna clase, donde sí hay claridad absoluta, es en el hecho de que quien copia uno de tales textos generados por "IA", y lo publica bajo su firma, NO ES SU VERDADERO AUTOR. Si lo firma como tal, se está atribuyendo la autoría de algo que NO HA CREADO, no importa quién sí lo haya hecho. Y esto, a mi juicio, solo admite la calificación de FRAUDE.
No digo plagio, porque según entiendo, habría que demostrar a quién o quiénes corresponde la autoría del paquete de textos utilizados por el artificio para generar el suyo, y al menos por ahora, como ya he planteado, ello no parece posible al nivel necesario para generar pleno consenso y total certidumbre al respecto. Pero sí hablo de fraude, porque la asunción y difusión de una creación ajena como propia, sea o no constitutiva de plagio, es un hecho fraudulento en cualquier ámbito. Ni más, ni menos.
Y por cierto: a estos u otros efectos, ya la APA (American Psychologist Association) ha incorporado a sus cuasi universales normas la forma de citar a ChatGPT, explicando en detalle el proceso, ejemplificando sus resultados, y haciéndolo extensivo a cualquier otra "IA" generativa de texto. O sea: ya podemos consultarlo, citar e incorporar formalmente sus aportes en nuestros trabajos académicos o de otra índole, y sobre todo, darle crédito. No hay "necesidad" de cometer fraude.
Marca personal
Todo deja marca: así lo afirma con plena razón el Maestro Guillem Recolons. Y todos la dejamos, a través de quiénes y cómo somos, de lo que hacemos y cómo lo hacemos, de lo que logramos y cómo llegamos a dicho logro. Siendo así, cuando alguien lee un texto que hemos firmado nosotros, pero cuya génesis se debe a un artificio de "IA", estamos dejando en esa persona una marca, que será mejor o peor dependiendo de la calidad del texto y del valor que dicho lector reciba de él. Esto es muy variable, porque aunque le pese a algunos, hasta hoy las "IA" generativas de texto se equivocan bastante; pero ese no es el tema.
Entonces, habría que preguntarse lo siguiente:
¿Esa es NUESTRA marca? ¿Es genuina, es auténtica? ¿Nos refleja a nosotros, nuestra competencia profesional, nuestra calidad autoral, nuestro estilo único al que suelo y prefiero llamar voz propia? ¿Ese texto ha nacido de nuestros aprendizajes e investigaciones, de nuestras vivencias y experiencias, de nuestra práctica profesional y sus improntas? La huella que dejamos en los corazones de quienes leen esos textos "nuestros" (siguiendo al Maestro Jordi Collell), ¿es real y personal, o es falsa y artificial?
Te lo dejo de tarea…
¿Éticamente irreprochable?
Pregunta: ¿Hasta dónde llegan los límites éticos en la producción y difusión intelectual?
Respuesta (única posible, en mi opinión): Llegan hasta donde llega la formación y proyección moral de quien produce y publica. Sabemos que la moral es una construcción y asunción colectiva de valores, que guía y sustenta nuestra conducta individual, y la ética es el campo filosófico que analiza la calidad del comportamiento humano, o sea, nuestra calidad moral. Y si alguien publica un texto cuyo origen pasa por el uso de "IA", y no es capaz de declarar explícitamente dicha "participación", asumiendo de facto su aporte como propio, ¿cabe pensar en una moralidad autoral acorde con los cánones éticos generalmente aceptados en el tema?
Veamos brevemente el asunto desde la academia.
Desde hace años fluye una corriente propositiva y normativa dedicada al cultivo, la promoción y la protección de la integridad académica, definida en la UNAM como "... un entorno de confianza, honestidad, equidad, respeto y responsabilidad para la enseñanza, el aprendizaje, la creación de cultura y saberes científicos a través de códigos de ética establecidos por una institución educativa" (Ambrosio, 2021). El enfoque del concepto ha ido mayormente hacia la conducta estudiantil; y ahora, con la masificación del uso de las "IA", es aún más urgente e imprescindible. Pero esto requiere, necesariamente, una mirada modélico/referencial. Somos los académicos quienes debemos proyectarnos como modelos y referentes de buena práctica en el uso de estas herramientas, y educar a nuestros estudiantes sobre ello, desde el discurso y -muy especialmente- desde nuestra propia praxis.
O sea: si aspiramos a que nuestros alumnos utilicen correctamente la "IA" en la academia, démosles buen ejemplo. Como decía Gandhi: Nosotros debemos ser el cambio que queremos ver en el mundo.
Cerrando por hoy
Muchos creadores venimos desde hace años librando una dura batalla contra el plagio en línea, que a algunos les ha parecido inútil y perdida de antemano; me niego rotundamente a creerlo así. Parece que con la llamada "IA", que ya es una realidad irreversible, se nos ha abierto un nuevo frente; y hemos de asumirlo frontalmente, si aspiramos a que este ámbito de la creación y difusión intelectual, que tanto impacta en la educación de la sociedad y su desarrollo, siga generando una contribución real y no distorsionada por vicios inmorales. Tenemos excelentes herramientas disponibles: aprendamos a usarlas bien y difundamos su buen uso, para proteger la limpieza y la calidad moral de la producción intelectual, y la marca personal que dejamos en el proceso.