Marca Personal: Entre Lo Visible Y Lo Invisible

por Carolina Camelo

A estas alturas, hablar de marca personal ya no es novedad. Está en todas partes: en libros, cursos, reels, charlas TED y posteos motivacionales. Pero cuanto más se repite, más se simplifica. A veces parece que tener marca personal es simplemente tener un logo bonito, abrir una cuenta en LinkedIn o empezar a hacer videos hablando a cámara con frases como “te voy a dar tres tips que te cambiarán la vida”. Y no. Ojalá fuera tan sencillo.

Seré enfática: La marca personal no se crea. Se gestiona. Esa es la primera gran idea que quisiera dejar clara. La marca personal existe desde el momento en que existimos en sociedad. Todos somos marca porque todos generamos una impresión, provocamos algo en los demás. Esa huella puede ser confusa, poderosa, difusa, magnética, cálida o contradictoria. Pero está. La cuestión no es si tengo o no una marca personal (porque está implícito: ¡claro que la tengo!); la cuestión es qué hago con ella.

La esencia no se diseña, se revela

Gestionar la marca personal no significa ponerse un disfraz o inventarse una versión más “comercial” de uno mismo. Es, más bien, un acto de autenticidad consciente, no una actuación vacía.

No se limita al contenido que compartimos en redes, sino que también está en la manera en que hablamos, nos movemos, escuchamos, nos expresamos y generamos experiencias en quienes nos rodean. Todo eso comunica, incluso el silencio.

Y aquí se revela uno de los errores más comunes: pensar que la marca personal se reduce a lo visible y medible. Que solo cuenta lo que se ve. Pero hay una dimensión invisible que también deja huella: la energía que proyectamos, la forma en que habitamos el espacio, el tono con el que saludamos, los gestos, incluso las pausas en una conversación. Todo eso también construye marca.

La creatividad como sistema operativo

Hay algo que para mí es el corazón de todo esto y suelo repetirlo mucho: la creatividad. En un mundo lleno de información, automatizaciones y asistentes artificiales, lo que sigue marcando la diferencia es la capacidad humana de crear. No solo de tener ideas “originales”, sino de mirar con otros ojos, conectar puntos, contar historias, combinar recursos, resolver de maneras inesperadas. Eso es ser creativo.

Hoy tenemos herramientas digitales increíbles. Podemos usar inteligencia artificial para generar textos, imágenes, presentaciones, incluso estrategias de contenido. Pero lo que sigue siendo insustituible es cómo pensamos esas herramientas, qué les pedimos, cómo las combinamos con lo que somos. Y ahí la creatividad es el filtro, el motor y el mapa. No es solo tener buenas ideas; es saber darles forma desde lo propio, con intención, con estilo, con sentido.

Por ejemplo: puedo usar ChatGPT para escribir un post, pero el tono, la intención, el enfoque, el propósito, la emoción que hay detrás, eso lo pongo yo. Y eso es marca personal.

Lo tangible no es solo producto

Muchas veces, cuando se habla de “mostrar algo tangible” en la marca personal, se piensa en el producto final: el pastel que horneaste, el libro que publicaste, el diseño que entregaste. Y sí, eso importa. Pero hay otra tangibilidad igual o más poderosa: tu presencia.

Cuando estás en un espacio compartido, físico o digital, todo lo que haces es tangible: cómo saludas, cómo hueles, cómo miras, cómo te vistes, cómo escuchas, cómo estás. Y todo eso comunica quién eres. Esa experiencia sensorial, emocional, relacional es marca personal también.

Vivimos tan inmersos en pantallas que cada vez que hay una oportunidad de interactuar cara a cara, ese momento vale oro. Porque es ahí donde muchas veces se valida lo que has proyectado digitalmente. O se derrumba.

Si estás en una videollamada, por ejemplo, el fondo que eliges, tu postura, tu tono de voz, el silencio que haces antes de responder, todo eso también habla de ti. Marca no es solo lo que se ve. Es lo que se siente.

La marca no es solo mía: es la que el otro percibe

Y aquí viene otra clave: la marca personal no es solo lo que yo creo que soy o lo que quiero mostrar. También es lo que el otro percibe de mí. Es un puente entre lo que emito y lo que el otro recibe.

Por eso, gestionarla no es una tarea narcisista ni egocéntrica. Es un acto de responsabilidad relacional. Porque cuando tengo una voz pública —así sea pequeña—, tengo también una responsabilidad con quienes me escuchan, me siguen, me leen, me contratan o me recomiendan.

Y en ese puente, hay algo fundamental: la ética. Ser genuino. Ser coherente. Ser honesto. No vender humo. No fingir. No maquillar la verdad para ganar seguidores o contratos. La autenticidad no es una pose; es una práctica diaria. Y en tiempos donde todo puede viralizarse en segundos, la incoherencia también se hace viral.

Un mundo de referentes (y la trampa de los moldes)

Hemos visto el crecimiento de referentes en marca personal que sin lugar a duda han sentado las bases, dando estructura a algo que antes era intuitivo y han hecho una gran labor. También es cada vez más evidente cómo muchas personas gestionan y proyectan su marca con gran alcance y visibilidad en diferentes campos de conocimiento, convirtiéndose en modelo y referente.

Y debemos estar atentos, pues corremos el riesgo de seguir fórmulas como si todas las marcas personales pudieran copiarse y pegarse. Eso mata la autenticidad. Porque la marca personal es profundamente contextual. Depende de tu historia, tu profesión, tu energía, tu momento vital, tus valores, tus heridas, tu talento.

No hay una sola manera de hacer marca personal. Por eso, más que seguir modelos, hay que hacerse preguntas:

¿Qué quiero que el otro sienta cuando interactúa conmigo?

¿Qué espacios o canales de comunicación me hacen sentir que conecto más conmigo y con otros?

¿Cómo me expreso con más libertad y conexión?

¿Qué impacto quiero dejar en quienes me escuchan, me leen, me ven o me contratan?

Un ejercicio para empezar (o continuar)

Si quieres comenzar a mirar tu marca con otros ojos —o profundizar en ella—, aquí van tres ejercicios que pueden ayudarte:

1. Haz una lista de cinco personas que confían en ti. Pregúntales: ¿Qué es lo primero que piensas cuando te hablo? ¿Qué valoras de mí? ¿Qué es eso que no todos tienen y tú sí ves en mí? Escuchar desde afuera puede ayudarte a revelar lo que desde dentro no siempre se ve con claridad.

2. Haz una revisión de tus espacios digitales: tu foto de perfil, tu biografía, tus publicaciones, tus comentarios, tu tono. Pregúntate: ¿Esto habla de mí? ¿Siento coherencia entre lo que muestro y lo que soy? Ajusta lo que haga falta.

3. Piensa en una experiencia reciente donde sentiste que brillaste (en un taller, una reunión, una conversación, una presentación). ¿Qué hiciste? ¿Cómo te sentiste? ¿Qué dijeron los demás? ¿Por qué crees que te sentiste tan bien? Anota las palabras clave. Esa es tu marca viva.

4. Lleva una bitácora personal de tu marca. No tiene que ser perfecta ni pública. Solo tuya. Escribe una vez por semana pequeñas notas sobre cómo te sentiste mostrando tu trabajo, qué situaciones te hicieron sentir auténtica, en qué momentos dudaste, qué mensajes te marcaron o qué aprendizajes recogiste. Con el tiempo, esa bitácora se convierte en espejo, brújula y memoria de tu evolución.

Gestionar una marca personal no es una tarea de afuera hacia adentro, sino un viaje continuo entre el ser y el exponer. Y vale la pena recorrerlo con verdad.

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